El embarazo no es una enfermedad, todo lo contrario. Es un hecho o estado fisiológico, para el cual, todos los mamíferos hembras, estamos perfectamente preparadas.
La gestación conlleva determinados cambios físicos, funcionales y psicológicos compatibles con la salud. Excepcionalmente pueden aparecer complicaciones propias del embarazo, pero para ello cuentas con todo un equipo de profesionales que cuidaremos de ti.
Durante el primer trimestre (hasta semana 12) tu cuerpo va a experimentar cambios para ir adaptándose al crecimiento y desarrollo de tu hijo.
El útero crece de forma considerable, pasa de pesar 60 g a 1.000 g aproximadamente al final del embarazo. En esta etapa en concreto, puede que apenas notes el cambio porque sigue estando dentro de tu pelvis. El cuello del útero también se cerrará con una sustancia llamada moco cervical para impedir que ninguna bacteria o sustancia pueda entrar y perjudicar a tu hijo, al mismo tiempo tu vagina también experimentará cambios y puedes notar más flujo de lo normal. Debes vigilar que no cambie de color y no se acompañe de picores u otros síntomas, pues en ese caso, podría tratarse de una infección que debes tratar lo antes posible.

Puede que las mamas sea lo primero que denote tu embarazo pues se vuelven más voluminosas, turgentes y sensibles de lo habitual, pudiendo llegar a molestar al tacto o el roce con la ropa. Poco a poco irán creciendo y preparándose para su futura misión: la lactancia de tu recién nacido.
En este periodo son frecuentes los vómitos y las náuseas. La causante es una hormona que se produce en el embarazo (HCG). Es importante tener en cuenta la duración de esas molestias y si imposibilitan la ingesta de alimentos o líquidos, ya que en algunos casos es signo de una complicación (hiperémesis gravídica) y deberías acudir al hospital para tratarla lo antes posible. Así que sobre este asunto habla con tu matrona y tu ginecóloga-o para que sean ellos los que indiquen cómo debes actuar.
Durante el segundo trimestre (hasta la semana 24), los cambios son más notorios. Tu útero sale ya fuera de la pelvis, la vulva puede comenzar a inflamarse si tienes problemas vasculares o permaneces mucho tiempo de pie. Tu médico deberá tratarlos antes de que llegue el siguiente trimestre, pues cuanto más próximo esté el parto, mayores van a ser los riesgos de tener varices bulbares que compliquen el expulsivo.

La piel también experimenta cambios, por lo que no está de más que la hidrates para que permanezca lo más elástica posible y se retrase la aparición de estrías, que si bien van en función de cada piel, una vez salen no desaparecen, aunque puedan mejorarse. Existen cremas específicas para las estrías que pueden aportar a tu piel la ayuda necesaria para estar bien hidratada durante estos meses. En este sentido, evitar cambios bruscos de peso es la recomendación más importante, ya que es precisamente eso lo que provoca su aparición en mayor medida. Además un exceso en el aumento del peso total de tu cuerpo no sólo no es sano sino que puede acarrear complicaciones.
Puede aumentar la pigmentación o color de determinadas zonas como las areolas mamarias, la línea alba (del ombligo al pubis), las mejillas o cara (cloasma gravídico) pero al finalizar el embarazo casi siempre desaparecen. No obstante, si vas a tomar el sol procura ahora más aun proteger tu piel con un factor alto (FPS30 como mínimo).
Los órganos internos, como el corazón, el estómago, los intestinos, etc. tienen que ir recolocándose para dejar espacio al útero. Todo ello conlleva que puedas tener algún problema digestivo, urinario, circulatorio, intestinal, etc.
En general, es una etapa bastante tranquila y satisfactoria. Sentir al bebé en tu interior, además de transmitirte seguridad, te hace ser más consciente del estado en el que te encuentras.
Llega el último trimestre y a partir de aquí “todo” va a ir creciendo rápidamente. El útero puede llegar a rozar tus costillas y dificultarte la respiración o hacerla más jadeante porque disminuye la capacidad del pulmón para expandirse y tomar el oxígeno necesario. No debes preocuparte. Para, descansa un momento y procura tomar el aire por la nariz. Es el momento de aprender a respirar correctamente para oxigenar mejor a tu hijo.
El estómago ha quedado “arrinconado” en la parte superior y puede dificultar tus digestiones, así que debes comer menos cantidad, pero más frecuentemente, evitar acostarte enseguida y procurar no tomar alimentos pesados, picantes o gaseosos que hagan tu digestión muy pesada e incómoda.
El corazón, no sólo ha sido desplazado para dejar sitio, sino que ha tenido que aumentar su tamaño para poder bombear más líquido y llevarlo a la placenta y de ahí a tu hijo. Puede que esto te pueda ocasionar la sensación de cansancio o palpitaciones, no pasa nada, es tu corazón que tiene que trabajar más. Es posible que al tener más líquido con el mismo número de hematíes (células rojas de la sangre) tengas una “anemia” propia del embarazo, lo importante es que tus niveles de hierro y otros elementos estén normales.
Las mamas están ya preparadísimas para lactar hasta el punto que puede que comiencen a secretar un líquido blanquecino, o amarillento y espeso llamado calostro y que tan insustituible es para alimentar a tu hijo durante los primeros días, pues aunque sea poca la cantidad, todos los nutrientes y factores inmunológicos, entre otros elementos necesarios, están concentrados antes de dar paso a la leche de transición.
En este periodo, tu hijo crece aceleradamente; tú debes intentar no aumentar más de 12 kg pues como ya se ha dicho antes, los excesos en el aumento de peso conllevan más riesgos que beneficios para ti y tu hijo.
Puede que por la presión que ejerce el útero por delante sobre la vejiga, y por detrás sobre el recto, tengas sensación de orinar más frecuentemente. No debe acompañarse de ningún otro síntoma (escozor, dolor, etc.) pues entonces podría ser una infección que debería tratarse enseguida. También puedes sufrir estreñimiento, con el riesgo que supone de padecer hemorroides; o justo lo contrario, que por irritación de esa zona, tengas que acudir más de una vez al día.
También, y debido al aumento de líquidos y a la dificultad de tu sistema circulatorio para eliminarlos de tu organismo, se te pueden hinchar los pies. Por ello es importante que controles la tensión sanguínea, la ingesta de sal y hagas ejercicio apropiado y regularmente, así como procurar cambios posturales si permaneces sentada o de pie durante mucho tiempo. Debes descansar poniéndote de lado, a ser posible, sobre tu lado izquierdo; esto favorece que el peso que ejerce el útero sobre una vena llamada cava, no dificulte la circulación que va al útero, a la placenta y finalmente a tu hijo, a través de la que le llegan los nutrientes y “respira” (toma el oxígeno de la sangre materna).
En general, todo tu cuerpo se está preparando para el momento tan esperado, el nacimiento de vuestro hijo. Es fascinante cómo la naturaleza de tu cuerpo es capaz de cambiar tanto y de una manera tan progresiva para que el acontecimiento transcurra de una manera natural.