Antes de finales del siglo pasado se desconocía la inmensa riqueza en células madre presentes en el cordón umbilical y tras el parto, el cordón junto con la placenta era desechados. A finales del siglo XX se descubrió que, tanto en el cordón umbilical como en la placenta, permanece una cantidad de fluido sanguíneo llamado sangre de cordón umbilical (SCU).

El primer trasplante terapéutico de sangre de cordón umbilical se realizó en 1988.

La sangre de cordón umbilical (SCU) tiene una naturaleza singular y entre otras propiedades se caracteriza por contener células madre de gran inmadurez biológica (no diferenciadas) y plasticidad (capacidad de diferenciación, proliferación).

La sangre de cordón umbilical (SCU) es rica en células con capacidad para convertirse en otro tipo de estructuras del cuerpo.
Por este motivo se han utilizado en trasplantes de enfermedades hematológicas malignas y no malignas y algunas enfermedades genéticas (inmunodeficiencias y enfermedades metabólicas). Además, la utilización de la SCU parece tener determinadas ventajas sobre la médula ósea o la sangre periférica por lo que sus indicaciones son cada vez mayores.

El trasplante de células madre puede ser: Autólogo o autotrasplante: Cuando se utilizan las células madre del cordón de la propia persona, si ésta ha tenido la oportunidad de preservar dicho tejido y no existe ninguna limitación genética en la efectividad regeneradora de sus propias células madre.
Alogénico: Cuando se utilizan células de sangre de cordón umbilical de una persona distinta y “compatible”.
En la actualidad, si deseas conservar la sangre de cordón puedes hacerlo en el hospital donde des a luz (casi todos los hospitales tienen esta opción) y también puedes optar por hacerlo a través de algunas de las empresas privadas autorizadas.
Hay algunas limitaciones para la donación en el caso de que la madre padezca o haya padecido algunas enfermedades o adicción y en caso de partos prematuros.